Del Escritorio de Nuestro Párroco
Querida familia:
El Venerable Humberto de Romans, un fraile dominico francés que sirvió como el quinto Maestro General de la orden de Predicadores en el siglo XIII dijo: “Algunos vinos son débiles y no tienen efecto sobre ti, pero la palabra de Dios es vino fuerte… y te emborracha”. Sentimos el efecto de este vino fuerte cuando una palabra o pasaje de la Escritura nos impacta y comenzamos a vivir bajo su influencia. La palabra de Dios produce grandes efectos en la vida de las personas. Por ejemplo, hace muchos años este vino fuerte influyó en santos notables como San Agustín. Él era un reconocido y exitoso profesor de retórica que vivía una vida despreocupada hasta que un día en que estaba sentado solo en el jardín, escuchó una pequeña voz que le hablaba repetidamente al corazón: “Toma la Biblia y lee”. Ese día tomó las Escritura y sus ojos se posaron en la Carta a los Romanos y allí leyó estas palabras: “Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la carne.” (Romanos 13:13-14). Estas palabras marcaron un nuevo comienzo en su vida y estas palabras transformadoras lo cambiaron para el bien.
El libro de Nehemías en la primera lectura de hoy cuenta una historia inspiradora del encuentro entre Esdras y el pueblo de Israel. El pueblo había regresado del exilio en Babilonia y se encontraba en un período de reconstrucción y restauración. Sus vidas estaban destrozadas y tenían una profunda hambre y sed de la palabra viva. Esdras, el sacerdote, se paró en un púlpito de madera, abrió la palabra de Dios a la vista del pueblo y la leyó a la asamblea. Todos los hombres y mujeres lo escucharon atentamente y lloraron cuando oyeron las palabras de la ley. Estas palabras los conmovieron profundamente y los hicieron llorar. El salmo de hoy describe perfectamente la palabra de Dios como “palabras de vida eterna”.
Cuando Jesús vino al mundo, tenía muy clara su misión, que era proclamar la palabra de Dios. En el Evangelio de hoy, Jesús entró en la sinagoga y fue invitado a proclamar la palabra de Dios. Citó un pasaje del libro del profeta Isaías y declaró: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor” (Lucas 4:18-19). Los que lo escucharon se maravillaron de las palabras llenas de gracia que salían de su boca.
Es maravilloso ver cómo la gente responde a la palabra de Dios y esto se debe a que la palabra de Dios no es una palabra común y corriente, sino una palabra que es Espíritu y Vida. El profeta Isaías dice que la Palabra de Dios es comida y bebida que satisfacen plenamente (Isaías 55:1-11); el apóstol Pablo afirma que la Palabra de Dios es la sabiduría que conduce a la salvación (2 Timoteo 3:14). En la Carta a los Hebreos leemos: “La palabra de Dios es viva y eficaz” (Hebreos 4:12), y Efesios 6:17 describe la palabra como “La espada del Espíritu”.
Si la palabra es alimento y bebida espiritual, entonces la necesitamos diariamente para sobrevivir, tal como consumimos alimento físico. Esto explica por qué Josué dice: “Que el libro de esta Ley nunca se aparte de ti: medítalo día y noche” (Josué 1:8). La palabra de Dios nos es útil de muchas maneras. Cuando estamos perdidos y en la oscuridad, se convierte en “Tu palabra es una lámpara para mis pasos, y una luz en mi camino.” (Salmo 119:105). El apóstol Santiago compara la palabra de Dios con un espejo en el que podemos mirarnos y hacer los ajustes necesarios (Santiago 1:23). Según el apóstol Pablo, “Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien.” (2 Timoteo 3:16-17). Más aún, la palabra de Dios nos enseña sobre la belleza de la diversidad y la necesidad de elevarnos por encima de la tiranía de la disensión y las divisiones destructivas y aprovechar nuestra diversidad (1 Corintios 12:12-30).
La palabra de Dios tiene un efecto poderoso en quienes la leen y la escuchan. El profeta Jeremías dice que produce alegría y felicidad (15:16) y es fuego consumidor y martillo que golpea (23:29). Jesús anima a sus discípulos a estar en contacto constante con su palabra: “Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres».” (Juan 8:31-32).
Podemos comenzar cada día leyendo un pasaje de la Escritura. Existen muchas publicaciones y fuentes de Internet que ofrecen lecturas diarias de las Sagradas Escrituras que podemos leer y nutrirnos con ella. Asistir a la Misa diaria nos brinda la oportunidad de escuchar la palabra de Dios.
Quizás un buen propósito de año nuevo sea exponernos más a menudo a la Palabra de Dios. Este es un buen desafío, un desafío que nos hará ser siempre ¡Un Cuerpo, Un Espíritu, Una Familia!
Santísima Virgen María, Santa Katharine Drexel, San Miguel Arcángel, Papa San Pío X y Beato Dr. José Gregorio Hernández, ¡rueguen por nosotros!
¡Suyo en Cristo Jesús!
Padre Omar