Thursday, September 15, 2022
We have journeyed through the weeks of Advent — a season of hope, repentance, and joyful expectation. Today, on this Fourth Sunday of Advent, the Church invites us to pause and contemplate the nearness of the Lord. The candles on our Advent wreath are almost all burning, reminding us that the Light of the World is about to break into our darkness.
On this Sunday of Advent, the mood of the liturgy shifts from the intense calls to conversion to a focus on the events immediately surrounding the birth of Jesus. All the readings from the prophets, the apostles, and the gospels cluster around the mystery announced to Mary by the Angel Gabriel and the Holy Family of Nazareth. The Holy Spirit is powerfully at work in the Church now as he filled the womb of the Virgin Mary with his power.
In the first reading, the prophet Isaiah speaks in the year 734 BC when King Ahaz was facing a very powerful enemy. Isaiah urged Ahaz to have faith in the Lord’s power to deliver Jerusalem, and he offered the king a sign from the Lord. When the king hypocritically refused, Isaiah angrily proclaimed that a sign would be given him anyway, the sign of a virgin with a child whose name shall be called Emmanuel, which means “God with us.” God is with his people in the midst of their powerful enemies.
Hemos recorrido las semanas de Adviento, un tiempo de esperanza, arrepentimiento y gozosa expectativa. Hoy, en este cuarto domingo de Adviento, la Iglesia nos invita a detenernos y contemplar la cercanía del Señor. Las velas denuestra corona de Adviento están casi todas encendidas, recordándonos que la Luz del Mundo está a punto de irrumpir en nuestra oscuridad.
En este domingo de Adviento, el tono de la liturgia cambia de las intensas llamadas a la conversión a un enfoque en los acontecimientos que rodearon el nacimiento de Jesús. Todas las lecturas de los profetas, los apóstoles y los evangelios se centran en el misterio anunciado a María por el ángel Gabriel y en la Sagrada Familia de Nazaret. El Espíritu Santo obra poderosamente en la Iglesia ahora, al llenar el vientre de la Virgen María con su poder.
En la primera lectura, el profeta Isaías habla del año 734 AC, cuando el rey Ajaz se enfrentaba a un enemigo muy poderoso. Isaías instó a Ajaz a tener fe en el poder del Señor para liberar Jerusalén, y le ofreció al rey una señal del Señor. Cuando el rey se negó hipócritamente, Isaías proclamó con enojo que de todas formas se le daría una señal: una virgen con un hijo cuyo nombre sería Emmanuel, que significa "Dios con nosotros". Dios está con su pueblo en medio de sus poderosos enemigos.
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